Estamos anclados, me parece, en la contradicción. Un año que terminó con tragedias y pérdidas, anónimas y a millares e individuales también (pienso en John Berger con el que aprendí a mirar), y deja paso a otro que también cabalga entre el Apocalipsis del nuevo presidente de Estados Unidos y la reacción a su discurso fascista y fácil: multitudes de color rosa aún desfilan por nuestras retinas. Esperanzador y terrible, el futuro que nos espera.
Con numerosas diferencias, la Edad Media también era una época de contrastes brutales: la violencia cotidiana se entretejía con bellísimas creaciones, poemas y catedrales destinadas a iluminar una cotidianidad difícil hecha de campos que cultivar, la opresión de los ricos sobre los siervos y de enfermedades que se cobraban cientos de vidas. Hablé de la poesía que contiene esa Edad Media sobre la que escribo para el ON Barcelona, el suplemento de EL PERIÓDICO, y dije que las trobairitz, las poetisas del siglo XII que escribían y cantaban como los trovadores ofrecían destellos de belleza de una época confusa, igual que las flores del lugar donde empezó la entrevista, el Mercat de la Concepció. Fue una conversación larga y agradable con la periodista Imma Muñoz, y podéis leerla en este enlace.
Como sabéis si me seguís por aquí o por otras redes sociales, en abril verá la luz mi novela histórica La perla de Montlaurèl, que publica Ediciones B, y donde la protagonista, Isabeau de Fuòc, es una de esas trovadoras libres, inspirada en la condesa Beatriz de Dia. Como siempre que una mujer es libre, su historia empieza con dolor y venganza, pero confío en que os guste porque también contiene luz, y está escrita desde el amor a la poesía y a la aventura. Por las trobairitz, las de ayer y las de siempre.