Escribo estas líneas mientras cae sobre mi ciudad una cortina de agua, un diluvio clásico que reduce la ciudad al ridículo de las aceras resbaladizas, los semáforos tartamudos y las calles desiertas. La lluvia tiene el don de recordarnos lo fácilmente que se derrumban todas nuestras murallas de metal y de hormigón. Erigimos fronteras que el agua devora.

También me gustan las tormentas porque llegan con relámpagos, truenos y esa energía del cielo desatado sobre nuestras cabezas, que recuerda a las tardes de niños fingiendo ser capitanes intrépidos. El eco de la tormenta me repite que hay que seguir jugando mientras dure, porque cuando se detiene la lluvia, todo vuelve a la normalidad.

Así que este otoño he seguido el consejo de las tormentas: los que me seguís por Facebook o Twitter sabréis que he empezado a colaborar en Mujer Hoy y en El Huffington Post, y también estoy participando en el programa Anem de tarda en Ràdio 4, además de seguir publicando artículos en revistas de historia o culturales. Habrá más noticias, porque cuando se empieza a jugar es difícil detenerse, y os avisaré desde aquí.

Después de las lluvias de otoño, llegará el año que viene y espero que me acompañéis por los caminos del siglo XII, mi época favorita, que volveré a recorrer en mi tercera novela histórica, La perla de Montlaurèl. Para no perderos ni un detalle, no os olvidéis de suscribiros a esta página o bien seguirme en redes sociales.

El viaje no ha hecho más que empezar 🙂