En la siempre interesante página de Brainpickings atisbo unas ilustraciones del siglo XVII. Mariposas, animales, insectos, plantas. Cuando escribo, respiro (o lo intento, o creo que es así como debe hacerse) lo que escribo. Todo se convierte en parte de una gran telaraña de obsesiones. Mariposas, animales, insectos, plantas. Vidas diminutas en las que buscar el reflejo de la nuestra. Ilustraciones, decía. Son excepcionales, bellísimas.
Descubro a Maria Sybilla Merian. Naturalista, hija de unos reputados editores de su época. Libros, siempre libros: son y siempre han sido los mapas del tesoro. Hizo algo inaudito para su tiempo y su sexo: logró que la ciudad de Amsterdam financiara su viaje a América del Sur. Allí pasó dos años ilustrando la metamorfosis de las mariposas y otros insectos, hasta que la malaria la obligó a volver.
Sus imágenes son delicadas y precisas. Los colores son latigazos vibrantes que se deslizan por tallos y pétalos de flores, o garfios en las escamas de un cocodrilo que me recuerda al Laocoonte. Pienso en el placer que debía sentir observando, estudiando y luego trazando animales y plantas, capturándolos en sus imágenes. Pienso en la valentía y la obsesión que llevó a una mujer de su tiempo a perseguir bellezas extrañas hasta Surinam, hasta los mismos confines del universo.
Mujeres, mariposas. Obsesiones.