Coleccionistas

Vladimir Nabokov dibujaba mariposas, leo en este artículo de The New Yorker. Fue cuando trabajaba en el Museo de Harvard de Zoología Comparada, donde pasaba hasta catorce horas diarias dibujando alas y genitales de mariposas. Próximamente se publicará un libro que recoge esos esbozos, y es probable que resulten fascinantes: por la delicadeza del trazo, por el escritor que dibuja sin letras, por su obsesión y lo dibujado.

Vera

Me interesan las fijaciones. La dedicación de Nabokov a las mariposas me lleva a pensar en otro escritor de un único libro fulgurante, de final para olvidar, pero que supo retratar el afán desmedido de posesión: Patrick Süskind y El perfume, historia de un asesino de vírgenes que elabora la esencia perfecta a partir de sus víctimas. Como El coleccionista, que vi primero y leí después, y nunca sin los ojos azules, heridos y crueles, de Terence Stamp, primero coleccionista de mariposas y luego de mujeres. Paradojas fascinantes. La acumulación sin límites, sistemática, repetida como mecanismo de posesión y de control. Don Juan y el goce desesperado. Sísifo asesino.

Todos somos coleccionistas. De libros, de momentos, de imágenes. De amor, de placer, de ilusión, de vanidad, de dolor. Vivir es coleccionar, añadir especímenes a nuestra galería personal, al mapa íntimo que dibujamos cada día, al perfil de nuestras obsesiones.