Lawrence de Arabia: Jamás, jamás brillaron tan azules los ojos de Peter O’Toole cuando encarnó al teniente británico T.E.Lawrence, desgarrado por su quijotesco periplo conquistador, de Aqaba a Damasco. Un retrato que aún hoy aporta pistas sobre la historia de Oriente Medio, y un héroe romántico en el sentido más aventurero de la palabra. La visión fílmica de David Lean del desierto y sus espejismos, la música de Maurice Jarre y la producción avispada de Sam Spiegel, contribuyen a crear un festival de épica, de valor y de traición que merece un visionado de larga duración. De esos con manta y teléfono desconectado.
Espartaco y Gladiator: Son dos películas, pero mejor las comento a la vez, porque Ridley Scott se inspiró (profundamente, que diría aquél) en el estilo y la historia de Espartaco para rodar Gladiator. En la primera, el director Stanley Kubrick contó con un reparto de lujo (Kirk Douglas, Jean Simmons, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton o Tony Curtis) para describir la rebelión del esclavo Espartaco que puso en jaque el poder de Roma. A pesar de tomarse libertades con respecto a los hechos históricos, lo cierto es que esta película, entre otros peplums (como Quo Vadis o La caída del imperio romano), han construido la memoria fílmica de la Antigüedad para varias generaciones. En cuanto a Gladiator, ¿qué más se puede decir de la justificada arrogancia de Ridley Scott? Un día se levantó, y él solito se dedicó a resucitar un género que todos habían dado por muerto y enterrado. ¿Y qué si lo hizo con un australiano loco que después ganó el Oscar por su interpretación, rodando en Malta y Marruecos, sin guión terminado a la Casablanca (el de Bogart fue cortesía de los guionistas gemelos Epstein) y contando la historia del general Maximus Decimus Meridius como le dió la gana? Fue una resurrección genial, una pirueta sin red de la que sólo Sir Ridley era capaz de salir con bien.
Ivanhoe: Y si vamos a desempolvar el baúl de los recuerdos -en el próximo post me pondré más moderna, lo prometo- no puedo dejar de mencionar a mi querido y acartonado Robert Taylor, y con él abrir la puerta a todo un género. ¡Ay, que dilema el suyo entre Lady Rowena (Joan Fontaine) y la judía Rebeca (Elizabeth Taylor)! La época de Ricardo Corazón de León siempre ha dado mucho juego en las adaptaciones fílmicas (Errol Flynn también se paseó por Sherwood), y espero con gran ilusión Nottingham, que el viejo zorro Ridley está rodando en Inglaterra en estos momentos, para dejarme sorprender una vez más por espadas, arcos y flechas y malvados recaudadores de impuestos. En Ivanhoe, como en Las aventuras de Quentin Durward, los colores son Pantone tinta directa, las espadas chorrean papel de plata y los caballos están enjaezados que es un primor, pero la fiesta histórica está garantizada.
Gladiator no le llega ni a la suela de los zapatos a Espartaco…Ademas creo que son antitesis la una de la otra.En Espartaco se respira LIBERTAD, en Gladiator se respira VENGANZA.Fotografia:Espartaco esta llena de colorido(alguna veces colores muy vivos).Gladiator color la fotografia esta desaturada a proposito para conferir una atmosfera depresiva y oscura….d~_õb
Mucha imagen digital en Gladiator para mi gusto, sobre todo en el último e interminable cuarto de hora final…Pero hay que reconocer que Crowe no salió mal parado.